miércoles, 25 de abril de 2012

La descendencia

Me duele la cervical y se me acabó el tiocolchicósido. Lu no ha querido comprármelo, dice que está ocupada y que me tome el diclofenac sólo. Desearía que por un minuto estuviera en mi cuerpo. Siempre lo mismo... Tengo que rogar para que me haga un favor, como si no hubiese sacrificado ya toda la vida. La quisiera ver cuando tenga mi edad, es demasiado fácil tener veinte años y pesar cincuenta kilitos, al menos tengo a las gatas, por muy marranas que sean las amo. ¡Coño! otra vez se cagaron en el baño, uno de estos días voy a reventar y voy a tirar a Lu y las gatas por la ventana ¿Por qué tengo que ser la única que les limpie la mierda? Si no voy a tener un mínimo de consideración, voy a cambiar la maldita cerradura para que nadie duerma en esta casa.

 
Bueno...

Lu es lo único que tengo.

 
Su belleza y su juventud me recuerdan un poco como era yo.  Lu es linda a su manera y tiene mejores piernas que las mías, pero si hubiese sacado mi piel y la masa de pelo negro que me gastaba, seguro habría sido una valquiria tremenda, de esas que matan nada más con la mirada. Si yo tuviera esa cara y ese cuerpo, con la experiencia de ahora, me estaría llevando al mundo por delante, y si hubiese sacado mis tetas... Eso sí habría sido una promesa... Sería una puta cara como la hija de Marlene, que se fue con un yanqui y ahora le manda dólares. ¡Mierda! Otra vez me duele el pecho y tengo el hormigueo raro en la mitad de la cara ¿Esa puta no entiende que me siento mal? No voy a llorar delante de ella, el día que me encuentre muerta se va dar cuenta de lo mal que estaba. Estoy hecha una mierda y no quiero más la bendita crema de espinaca, quiero un buen pedazo de carne, un bife de lomo término medio por lo menos ¿De qué me sirve cuidar el colesterol, si tengo el resto del cuerpo podrido? Además, no importa cuántas cremas de espárragos, zapallo, espinacas o berro me harte; siempre me dicen la misma mierda, treinta kilos de más y doce pastillas diarias que no logran controlarme la tensión.

 
Odio la compasión de Lu. Yo era más bella que ella, era más mujer... ¡Coño, pero como la quiero! Lu era una niñita tan bonita... Su vocecilla aguda me partía el corazón... Yo creo que le molesto y creo que ella creció para demostrarme que al final no me necesitaba, que mi único motivo de existencia es el de una piedrita en el zapato. A mi me ofende, esta mierda me ofende. Yo fui una mujer muy valiosa y si ahora le molesto a la gente, mejor me arranco la vida... No me la puedo arrancar por mi mamá, ella dice que soy mierda que cagó, pero ni siquiera alcanza a limpiarse el culo ella misma. Lu no la soporta, dice que ella me destruyó, por eso soy la única que puede ayudarla. Además, si me mato las gatas no van a conseguir una mejor panza que la mía para dormir. Allá viene Lu, espero que no note que he estado llorando, porque me va a restregar su radiante belleza llena de compasión y no necesito su falsa caridad... ¡Coño cómo hago para no lloriquear!

 
-Lu, me siento muy mal, llévame al médico por favor...

 
Cuando Lu me abraza las lágrimas se me acumulan en la garganta y... ¡Me da rabia!, pero hasta gimoteo sin control. La he herido tanto... Soy una mala persona, una mala mujer, le habría hecho menos daño al mundo si no hubiese sido madre... Ojalá Lu sea estéril, ojalá que nunca tenga hijos...

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